Matanza tradicional del cerdo

¡ADVERTENCIA! A alguien le pueden ofender algunas imágenes de esta entrada. Si sigues leyendo verás fotos explícitas de despiece animal.

Cuando llegamos al pueblo nos encontramos con la absoluta sorpresa de que habría una ‘Matanza del cerdo tradicional‘ en la plaza del ayuntamiento y para todo el pueblo. Además, ¡nos invitaron a asistir!

Dada mi edad, 52 añazos cuando escribo esta entrada, tuve el privilegio de asistir varias veces a matanzas en mi pueblo natal, Cazorla. Las recuerdo como ocasiones de reunión familiar en las que todos colaboraban, desde la muerte del animal, hasta la confección del embutido que debe proveer durante el año.

De hecho eran motivo de fiesta, ¡pero fiesta grande! Se bebía alcohol y se contaban historias muy divertidas durante las muchas horas que duraba. Todo el mundo estaba de buen humor.

Los niños aprendíamos de forma natural lecciones de vida y muerte. Preguntábamos por qué tenía que morir el cerdo, si sufría, qué habían querido decir con tal o cual chiste, cómo se hacían las cosas, qué había que tener en cuenta, qué era el respeto del que siempre se hablaba (al animal, a los mayores, a los progenitores), … Los adultos estaban especialmente dispuestos a responder de forma precisa a todas las cuestiones, era como si fueran tácitas y a la vez, el lugar y el momento oportunos para hacerlas.

Desde luego no soy partidario de la nostalgia enfermiza. Pero tampoco de enterrar por completo fórmulas que funcionan. Soy de los que piensan que evolucionar no debe significar desechar; sino adaptar, corregir, profundizar.

Aquella mañana en el pueblo, en la plaza y aledaños, mientras caían algunos copos de nieve, la gente se empezó a congregar y a coreografiar las tareas: preparar las lumbres, lavar las verduras, hacer unas migas para aguantar el frío, poner las ollas con agua a calentar, … Todos sabían qué hacer, cuándo y cómo.

Me reconocí en los niños que asistieron y preguntaban, como lo hice yo, las mismas cuestiones vitales. Los adultos, familiares y vecinos, respondieron con la misma paciencia y disposición que recuerdo. Con la misma naturalidad de una vivencia añeja, pulida por la experiencia.

¿Cuando murió el abuelito pasó lo mismo? No, cuando él murió fue porque era muy mayor y se le acabó el tiempo de estar vivo, el cerdito muere para darnos de comer. Pero el respeto con el que han muerto ambos es el mismo. Tu abuelito vivirá para siempre en tu recuerdo con el amor que te tenía, y el cerdito lo hará del mismo modo porque da su vida por la tuya y esto tampoco lo olvidarás.

Espero que veas estas imágenes como lo que son, un homenaje a una experiencia vital que he visto también en mis viajes, adaptada al lugar y la cultura locales, en muchos lugares del mundo. Muchas gracias por dejarme asistir y fotografiar este momento tan íntimo:

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