Secretos de fotógrafo V. El retrato II.

Más allá de la técnica fotográfica, los fotógrafos entrenamos habilidades que nos ayudan a expresarnos. No he leído mucho sobre ellos por lo que te voy a traer de vez en cuando, algunos de esos secretos en los que basamos la mayoría de nuestras imágenes.

Segunda Parte. El momento.

Ya te he contado que para mí, un retrato fotográfico es un acto íntimo entre fotógrafo y modelo durante el que ambos buscamos una imagen que nos guste a los dos y cumpla lo que hemos acordado previamente.

Todo ocurre en un instante. Uno que dura lo que dura un disparo fotográfico: menos de un segundo.

Da igual que sea en un estudio, en exteriores o de viaje. Un retrato congela un instante que paso con mi modelo. Un solo instante de los muchos que compartimos durante ese tiempo, breve o no, que pasamos juntos. Como me dijo una vez mi profe Mariano Zuzunaga, ‘ahora que ya sabes la técnica fotográfica, ¡olvídala!, y ponte a disfrutar‘.

Antes que nada, decido que lo que quiero hacer es un retrato. Es decir, me propongo capturar una imagen que cuente algo personal de la persona que tengo delante. A veces, en fotografía profesional eso está definido por mi cliente y ya sé por tanto, qué tengo que buscar. A menudo es el propio retratado el que me pide un tipo de imagen.

Otras veces es un impulso, una inspiración. Siento que necesito retratar a la o a las personas que veo por casualidad. Pero, en muchos de esos momentos de necesidad de disparar, lo que de verdad me arruga el ombligo es retratar el tiempo que paso con alguien. Es un retrato del tiempo compartido.

En cualquier caso, mi preocupación siempre es la misma: el acuerdo entre mi modelo y yo sobre lo que vamos a hacer juntos. Necesito relacionarme previamente para tratar de descubrir esas cosas que hacen única a la persona que voy a retratar. Esas cosas que no solo la definen físicamente, sino que, más allá de eso, enseñan características emocionales propias y diferentes.

Mi amigo Luis Pavía siempre pide cuando hace retratos, que le miren el flequillo (es calvo integral). Le he visto decenas de veces usar el mismo chascarrillo y le funciona porque provoca una sonrisa automática que él aprovecha para fijarla en el tiempo para siempre.

Es lo que tiene la comunicación no-verbal, que es automática y poco podemos hacer para evitar dar mensajes a nuestro entorno con nuestro cuerpo. Reaccionamos físicamente a estímulos externos sin querer: cuando nos asustamos, cuando nos sentimos con confianza, cuando nos da la risa, cuando nos enfadamos, cuando tenemos un mal día. Son señales que damos y que se leen perfectamente, por poco observador que seas. Seguro que sabes cuándo alguien está enfadado o contento sin que te lo diga, y más si es alguien a quien conoces bien.

Son esos detalles los que observo antes y durante la sesión. Si no tengo el tiempo suficiente para hacerlo antes, tomando un café por ejemplo, lo hago durante y planifico el tiempo sabiendo que tardaré más haciendo disparos que son solo de descubrimiento; son disparos que no usaré después porque su función es la de provocar reacciones automáticas en mi retratado, sincronizar el lenguaje de ambos para entendernos, empatizar con sus emociones (nervios, miedo, desconfianza, aprecio, confianza, alegría, etc.). Solo entonces tomaré la decisión de buscar una imagen con lo que me parezca más relevante físicamente, pero que transmita una de esas intimidades, verdadera protagonista de mis retratos. Es decir, el aspecto físico solo me sirve para contar qué siente mi modelo.

Todo va de confianza. La que siento yo y la que siente mi modelo. Dedico mucho tiempo a generar confianza en mi habilidad con la cámara durante la sesión, porque he comprobado que si confían en mí, les es más fácil jugar a lo que les propongo y relajarse dejándose llevar. Conozco a compañeros que hacen todo lo contrario porque lo que les interesa es no proponer y dejar que el modelo sea quien decida qué imagen de sí mismo ofrece.

La realización de un retrato fotográfico pone en juego algunas de las convenciones sociales más arraigadas. Del mismo modo que no salimos a la calle tal y como nos levantamos de la cama, tampoco nos gusta una foto que destaque lo que nos desagrada de nosotros mismos, aunque eso que nos disgusta no les parezca mal a otros. Queremos tener control sobre nuestra imagen. Debemos como fotógrafos ser conscientes y respetuosos con eso.

Recuerdo una modelo que me pidió que no le sacara imágenes de su pie derecho porque odiaba su dedo corazón, que a mí me pareció de lo más normal y estándar. También ocurre al contrario; te dicen que este es su perfil mejor y, bueno, digamos que SABES que no es así. Cosas como estas me han enseñado a no juzgar y aceptar estas particularidades como un rasgo más de la personalidad de mi modelo. Me ayuda a conocerlo mejor y eso hace que mi retrato tenga más profundidad.

Todos tenemos un ‘lado bueno’; si miras con paciencia y calma, lo encontrarás y podrás fotografiarlo. ¿Nariz enorme, torcida? ¿Manchas en la piel? ¿Arrugas y ojeras muy marcadas? ¿Asimetría muy evidente? ¿Estrabismo, ojos de diferente tamaño? … Que no te importen nada estas cosas. Un retrato lo es de personas, del tiempo, no de cánones. Céntrate en cómo es tu modelo, descubre cómo la nariz desaparece si baja el mentón y mira de frente, cómo las imperfecciones de la piel se minimizan eligiendo una luz adecuada, prueba distintos ángulos de toma para que las asimetrías no sean protagonistas y, sobre todo, comunícate y descubre los detalles únicos, y no te olvides nunca de disfrutar haciéndolo.

Por eso digo que la fotogenia entendida como la facultad por la que alguien siempre sale bien en una foto, no existe. Es nuestro trabajo como fotógrafos lo que determina si la imagen final es estéticamente agradable y además, identifica a la persona de entre todas las demás. Nuestro trabajo no es solo medir la luz, disparar y editar; fotografiar personas es muy complejo y requiere de habilidades que sencillamente son del ámbito de la relación estándar humana.

El momento en retrato fotográfico lo es todo

Antes de terminar, quiero hacerte otra afirmación de las que mis alumnos más se sorprenden: ‘la realidad no le importa a nadie’. Cuando me piden un retrato, jamás me dicen ‘quiero que me saques como soy’; siempre me piden algo así como ‘sácame guapo o sácame bien’. Es normal que aparezcan en la conversación las necesidades de quitar edad, kilos, defectos. Ese ‘guapo’ o ese ‘bien’ tiene que ver con la opinión que tendrán terceros cuando vean la imagen, ¡que no se te olvide! En mi opinión, esto está en el origen del ‘selfie’ y el éxito de Instagram: nadie mejor que yo para conseguir imágenes de mí mismo con la actitud y el aspecto que quiero reflejar.

Hacer un retrato es una aventura siempre diferente. Prepara con cuidado el entorno, cuida todos los detalles y ¡déjate llevar!

Más allá de la técnica fotográfica. El retrato II

Vale Pablo, ya me has dejado otra vez con la información a medias. ¿Pero cómo se hace eso de generar confianza y provocar que mi modelo tenga emociones?

Ains, de nuevo el artículo ya es muy largo, si te interesa, te traeré la 3ª parte en otro artículo: La Dirección de Modelos.

Epílogo

Si pienso en un fotógrafo que lleva la obsesión por capturar trocitos de almas ajenas a otro nivel, sin duda el nombre y su trabajo aparecen nítidos en mi mente: Alberto García Alix Te explotará la cabeza, búscalo y alucina con sus retratos y ¡con toda su obra!

Otros secretos de fotógrafo: Mirar para verPrevisualizaciónFotografía ombliguera#LaFotoDeMiVida, El retrato I, El retrato III, De la que voy, Niños

Colaboradores necesarios

Por orden de aparición: barquera en el río Mekong, Luis, Zaahira, Javi, Lluis, chocolatero italiano en Sao Tomé, Carol, hermana de dos, Yulia y Blanca.